LOS PASTES DE
REAL DEL MONTE, HIDALGO
Por: Guadalupe
Chiapa A.
Herederos de
las antiguas tradiciones de la cocina inglesa, los pastes -una especie de
empanada antes rellena de papa y poro-, son el platillo típico de esta región
del estado de Hidalgo. ¡No dejes de saborearlos!
México es un
país rico en recursos naturales. Desde la época colonial y hasta el siglo
pasado produjo para Europa, principalmente España, cantidades fabulosas de
plata hasta el punto de desquiciar la economía mundial; y ostentó por mucho
tiempo, el primer lugar como productor de plata.
Uno de los
principales pueblos productores de ese metal fue Real del Monte, Hidalgo, cuyas
vetas dieran a Pedro Romero de Terreros, el sobrenombre de El Creso de la Nueva
España y, por los favores concedidos a la corona española, se le otorgó el
título de Primer Conde de Regla. Casi legendaria es la invitación que hizo al
Rey de España, con la promesa de adoquinar con lingotes de plata el camino de
Veracruz al Real para que el carruaje no tocara la tierra.
Nuestro país,
a raíz de su movimiento libertario de 1810, quedó en bancarrota. En 1823, el
tercer Conde de Regla buscó en Inglaterra inversionistas para rehabilitar sus
minas, para lo cual se constituyó en Londres, en 1824, La Compañía de
Aventureros de las Minas de Real del Monte, cuyos socios ingleses trajeron
consigo tecnología, como el sistema de bombeo. El capital inicial, de 200 mil
libras esterlinas, auguraba una nueva bonanza para Real del Monte.
También
trajeron su deporte favorito, el fútbol soccer, invención de ellos. El campo
ubicado frente a la mina de Dolores es el primer lugar de nuestro país donde se
jugó este deporte. Por otro lado, en cuanto a la gastronomía, los primeros
ingleses reclutados provenientes del condado de Cornwall, provincia minera,
trajeron como muestra de su alimentación el cornish pastry, que es la base para
la elaboración de pasteles, pays, y principalmente los "pastes", que
son una especie de empanada rellena con papa, poro o perejil, carne molida de
res y pimienta negra, según la receta original.
De esa época,
y hasta nuestros días, en muchas casas de Real del Monte existen hornos de
tabique rojo donde las mujeres elaboran el exquisito manjar, que es
imprescindible en cualquier fiesta o reunión familiar.
Diez años después
de la llegada de los ingleses, el paste ya había conquistado las mesas de la
región, como Pachuca, Omitlán, Huasca, Tulancingo y, a últimas fechas, avanza
hacia la huasteca hidalguense y la Ciudad de México, donde ya existen
"pasterías" con servicio a domicilio.

Durante la
intervención francesa, en 1876, se escenificó aquí la batalla de Casas
Quemadas, donde una partida de chinacos y mineros derrotaron a 200 franceses.
Como dicen los realmontanses, con sus 2 750 msnm, es la ciudad más alta del país,
donde "moriremos tranquilos, comiendo pastes, porque sabemos que estamos
más cerca del cielo."
Después de
salir de Pachuca, y subiendo una carretera panorámica de 9 kilómetros, se llega
al gran anfiteatro natural donde se edificó el pueblo. Siguiendo el contorno
del terreno, quizás para defenderse del frío. Llegamos a la casa donde nos
esperaban las señoras Josefina y Silvia, madre e hija, con todos los
ingredientes preparados para mostrarnos la receta del paste tradicional.
Rodeada de hijos y nietos, curiosos por ver trabajar a doña Jose. Mientras se
colocaban unos leños más en el horno de tabique rojo para darle ese tono
pardusco ideal para la cocción de los pastes, doña Jose fue mostrándonos paso a
paso, la elaboración.
Finalmente
fueron arrinconadas las brasas y acomodadas las hojas e lámina con su
cargamento; cerró la puerta, sellándola con trapos húmedos; pasados quince
minutos, hizo la primera inspección; otros diez minutos más de calor, ya sin
sellar la puerta, y empezamos a percibir un aroma delicioso. Momentos después
sacaron las charolas del horno y, acompañados de jarros de café puro, empezó el
festín de los pastes; este delicioso platillo inglés que llegó a Real del Monte
para quedarse, agradecido quizás por el amor mostrado por nuestras mujeres y el
paladar de quien los prueba.
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